La actividad turística en los últimos años en Córdoba ha ido creciendo en el número de visitas y pernoctaciones. La oferta empresarial está sufriendo una profunda transformación. En el mundo hotelero han aparecido nuevas formas de alojamiento y el número de hoteles no para de crecer, aunque la estacionalidad continúa siendo difícil de superar. La restauración, de igual modo, se ha visto enriquecida con establecimientos y profesionales de proyección internacional. Las plazas de restaurantes en Córdoba se han multiplicado y la variedad de la oferta gastronómica ha ido creciendo incesantemente, con diversidad de precios y estilos.
Por otra parte, el producto turístico de Córdoba continua muy focalizado en la Mezquita Catedral y su entorno. Siguiéndole muy de lejos otros lugares de interés pero que no alcanzan ni el 25% de las cifras que ofrece el primer monumento en número de visitantes. Lugares excepcionales como Medina Azahara, Caballerizas Reales, Alcazar de los Reyes Cristianos, Sinagoga, e infraestructuras singulares como el C3A, el Palacio de Congresos, o el Centro de Convenciones, están muy por debajo de sus posibilidades, e incluso, alguno de ellos, con una incertidumbre importante en relación a su puesta en funcionamiento.
Los órganos turísticos de la ciudad de Córdoba, llevan años en pleno proceso de transformación, con cambios importantes que han demorado su pleno rendimiento. La puesta en marcha del nuevo Instituto de Turismo (IMTUR) se ha hecho esperar.
La política turística de planificación, de coordinación entre instituciones, de organización del producto turístico Córdoba está, desde hace años, en manos de profesionales voluntariosos pero con escasos recursos. Y en este punto, el presupuesto para la promoción de la ciudad y la provincia es absolutamente insuficiente, teniendo en cuenta el peso del sector en la economía cordobesa.
Si en tales circunstancias seguimos creciendo, se nos presenta una alerta que debiéramos atender de cara a contextos más preocupantes que el actual.
Es necesario, más que nunca, una autoridad, un liderazgo institucional que racionalice, priorice, estimule, coordine, planifique, en definitiva aúne intereses, en pro de la actividad turística sostenible. Ese liderazgo debe ostentarlo el Ayuntamiento en la ciudad, a través de una gobernanza turística propia del siglo XXI.
Debemos resaltar la cultura, el patrimonio, las tradiciones y la forma de vivir en Córdoba, de sus habitantes, ello debe constituirse en elemento central de la experiencia vivida por los turistas que nos visitan.
Estamos observando cómo en destinos turísticos de primer orden, los vecinos han comenzado a ver el turismo como una actividad amenazadora para su bienestar. En Córdoba, ya empiezan a oírse voces de alarma en ese sentido pero debemos considerar el papel fundamental del vecino aportando credibilidad y enriqueciendo nuestra oferta turística.
Debemos construir un sector turístico en el que la innovación, la formación universitaria y profesional, la calidad y la diferenciación sean instrumentos efectivos para una política turística basada en nuestro territorio, en nuestros recursos, en nuestras empresas, y en nuestra identidad cultural.
Imaginemos Córdoba y provincia con todos los activos en pleno rendimiento. Con las infraestructuras adecuadas, generando actividad y recursos; monumentos y patrimonio siendo motor y atractivo; una actividad turística en conjunción con otras actividades como la agroindustria, la sanidad, la joyería, el comercio, la madera, el frío, etc. La situación de Córdoba sería aún mejor y con unas bases mucho más sólidas para afrontar el futuro y convertirnos en un destino líder. Con ello, alcanzaríamos mejores niveles empresariales y mejores niveles de empleo de calidad.
Desde la Confederación de Empresarios de Córdoba ofrecemos nuestra colaboración para alcanzar las cotas de crecimiento empresarial y social que el sector turístico puede aportar al conjunto de nuestra economía.